Sector Externo Desbalanceado

Sector externo: la recuperación agudiza el déficit 

 

El gobierno actual continúa en su búsqueda de ir corrigiendo paulatinamente los diversos desequilibrios macroeconómicos heredados, a fin de evitar una futura disrupción económica y crear las condiciones de sustentabilidad para lograr un proceso exitoso de crecimiento en el mediano/largo plazo. No obstante el objetivo de reducir los desbalances, la propia dinámica de un ajuste fiscal gradual financiado mayoritariamente con fondos del exterior redunda en un incremento del déficit externo.

La cuenta corriente del balance de pagos finalizaría este año con un déficit en torno a los USD24.000 millones. Dicho valor en términos nominales implicaría un nuevo máximo histórico, pero en términos relativos es bastante inferior a los desequilibrios registrados en los 90’s. El giro principal lo registra el fuerte incremento de las compras en el exterior, en un marco donde el desempeño de las exportaciones es flojo (las rentas y los servicios no muestran cambios substantivos en su comportamiento estructuralmente deficitario de los últimos años).

Lo anterior se debe a cierto estancamiento de las exportaciones, con baja dinámica de las ventas de productos primarios y agropecuarios (por precios y tipo de cambio poco atractivo, que parecen estimular los incrementos de stocks), y donde cierto sesgo creciente en la venta de manufacturas industriales no llega a compensar el fuerte crecimiento de las importaciones. El salto de las compras externas se asocia tanto con un tipo de cambio real poco favorable como con la recomposición de la oferta interna y la reactivación de la actividad, en un marco en el que se van desmontando las trabas a las compras externas. Así, como ha sucedido en forma recurrente en el pasado, el crecimiento de la economía conlleva incrementos en la importación de bienes y de servicios, algunos de ellos importantes para la ampliación de la capacidad productiva (bienes de capital), pero otros más superfluos y en parte asociados al atraso cambiario (turismo emisivo, autos y bienes de consumo).

No obstante, y como también recurrentemente se afirma, no existen déficits grandes y pequeños, sino financiables y no financiables. En el momento actual el déficit externo es financiado principalmente a través de la inversión en cartera y financiera, reflejado en gran parte en el crecimiento del endeudamiento del sector público (nacional y subnacionales). Todo ello representa (en el acumulado de cuatro trimestres) un flujo cercano a 6% del PIB, muy por encima de registros de años anteriores.

Resulta obvio que esta estrategia de financiamiento externo tiene límites, dado que el stock de deuda externa pública no puede seguir creciendo indefinidamente al ritmo actual, y se considera que el gobierno es plenamente consciente de ello. En ese sentido, se ha comprometido a ir reduciendo el desbalance de las cuentas públicas, y por ende reducir las necesidades de financiamiento (externas e internas). Con un menor ingreso de capitales financieros para financiar el déficit fiscal, sostener el mayor nivel de actividad implicará recurrir a una serie diversa de fuentes de capitales, que tenderían a hacer más sustentable el financiamiento de la cuenta corriente.

 

Flujos y hoja de balance

 

Si bien los datos de los flujos de capitales entre residentes y no residentes provocan preocupación por sus importantes desbalances y por el potencial impacto que se registraría ante un eventual cierre del  financiamiento externo, hay que tener en cuenta también la hoja de balance de los sectores. Según la última información disponible, la posición general del país frente al resto del mundo es positiva, es decir los residentes cuentan con más activos que pasivos en moneda extranjera.

A pesar de ese signo positivo general, el desbalance entre sectores genera interrogantes. En primer lugar, no es evidente que el sector privado vaya a financiar al sector público en cualquier escenario y situación. En segundo lugar, la posición externa del sector público no financiero se está deteriorando más rápido de lo que mejora el balance del resto de la economía, lo que refleja un incremento en la vulnerabilidad, no solo del sector público sino de toda la economía, ante un eventual evento externo.