Informe: Volatilidad financiera e implicancias en la economía argentina del 2018

1. Reevaluando el escenario

– Los “ruidos” en los mercados financieros, tanto a nivel local como internacional, obligan a revaluar el escenario macroeconómico, introduciendo ciertos matices a las perspectivas de corto y mediano plazo, al tomar importancia ciertos riesgos para la consolidación del crecimiento. En particular, la volatilidad financiera genera cierto pesimismo sobre las perspectivas, pese a que estos riesgos eran conocidos. La situación no revertirá la ruptura de la “maldición de los años pares”, ya que la economía mantendrá una expansión económica por segundo año consecutivo (en parte por arrastre del crecimiento del año previo), pero lo hará con menor desinflación y mayor incertidumbre.

– El resultado global incluirá expectativas de inflación más elevadas y un menor crecimiento en el corto plazo (afectado también por una incipiente sequía), contra más grados de libertad en el frente externo y mejores perspectivas económicas posteriores. Es que el cambio del sesgo de la política monetaria ayudará a que la expansión futura sea más sustentable, morigerando el crecimiento del déficit externo y alentando más vigorosamente la inversión. Ello estará sujeto a que, como creemos probable, el deterioro financiero externo tenga límites, y no implique ni un brusco corte del acceso al financiamiento, ni una reversión del crecimiento mundial y/o derrumbe de los commodities.

 

2. Volatilidad internacional: previsible, pero no por ello deja de ser sorpresiva

– A nivel global, el evento desató un sell-off de activos riesgosos, que afectó a los mercados emergentes. Cabe notar igualmente que la salida de fondos, que tuvo particular fuerza en los países asiáticos, se da luego del fuerte incremento registrado en el pasado mes de enero, y de una importante apreciación reciente de las monedas de la región.

– ¿Cómo actuará la Fed? Interrogante difícil de dilucidar cuando recién se desata el movimiento. Por lo pronto, el riesgo financiero puede detener el nuevo escenario de cuatro ajustes (100bps) en los Fed Funds en el 2018. Hasta hace poco se esperaban tres movimientos y la posibilidad de una Fed más agresiva fue un factor detrás de la caída de los mercados, pero la caída actual podría detenerla.

– En lo que respecta a las repercusiones a nivel local, el resultado sería más claro: mayor costo de financiamiento y posible menor acceso a toma de deuda por parte del sector privado. Cómo se ha remarcado repetidamente en informes anteriores, las fuertes necesidades de financiamiento son el talón de Aquiles del actual programa de gradualismo fiscal. Afortunadamente, los funcionarios de Finanzas se movieron con gran pericia, colocando primero USD 9.000 millones en el exterior y luego más de USD 3.500 millones localmente, “pre-financiando” así bastante más de un tercio de las necesidades de financiamiento netas que tiene Argentina para todo este año.

 

3. Volatilidad endógena: un ajuste para una macro más sana

– Desde diciembre pasado parece haber cierto foco en mejorar el nivel de competitividad de la economía y mitigar el crecimiento del desequilibrio externo. En una reciente Carta,  la JGM afirma: “El Gobierno entiende que los déficits externos deben ser tomados seriamente y que no pueden prolongarse por demasiado tiempo, sobre todo por nuestra historia, plagada de ejemplos de espirales de déficits externos que no pudieron ser encauzados”. Es por ello que se habría decidido “recalibrar” la política monetaria, lo que implicó reducir las tasas de interés para combatir el atraso cambiario, asumiendo contra ello el costo de un incremento en las expectativas de inflación.

– La suba del tipo de cambio contribuirá a reducir el crecimiento del déficit externo, principalmente por las menores importaciones de bienes y servicios (incluyendo turismo en el exterior) destinados a consumo. Contra ello, la recalibración de la política monetaria-cambiaria implicará una menor dinámica de corto plazo para el nivel de actividad. Ello se debe principalmente al efecto de la suba del dólar y el incremento de la incertidumbre sobre el ingreso disponible, los niveles de confianza y las decisiones de consumo. En este contexto, se considera que se reducen las expectativas de crecimiento para este año, con un techo en torno al 2,7%, resultante de una pobre expansión del consumo, en torno al 1,9%. A cambio, se consolidarán las perspectivas de crecimiento posterior.