Efecto amortiguador del tipo de cambio flotante

1. Tipo de cambio: Aprendiendo a flotar

 

– La sociedad argentina continúa con el proceso de adaptación a un esquema de tipo de cambio flotante que es “una pieza angular de la nueva estrategia económica”, luego de varios años en donde el tipo de cambio servía de ancla. En este sentido, tras la marcada apreciación que trajo aparejado el resultado de las PASO, el tipo de cambio experimentó una gradual tendencia a depreciarse en las últimas semanas debido a un marcado fortalecimiento del dólar a nivel mundial como a una mayor demanda interna de divisas.

– La volatilidad global derivada de nuevo un equilibrio con tasas de interés más altas y un fortalecimiento del dólar a nivel internacional, tras los problemas en EEUU, no es trivial para determinar el margen que tiene el BCRA para empezar a baja su tasa de política monetaria, sin generar una depreciación abrupta del tipo de cambio.

– El fortalecimiento del dólar a nivel mundial generó que el tipo de cambio superase el techo impuesto post PASO y volvió a la zona de $17,6 por primera vez desde la semana previa a los comicios cuando, intervención del BCRA mediante, se había estabilizado en torno a $17,8. En este sentido, pareciera que el BCRA está a gusto con la volatilidad acotada del tipo de cambio de manera de evitar la especulación de los agentes. La definición de una tendencia (alcista o bajista) del tipo de cambio implicará una participación activa por parte de la autoridad monetaria como fue el caso de la intervención en el MULC antes de las elecciones PASO.

– La tendencia apreciatoria del tipo de cambio real se mantendrá no sólo en lo que resta del año sino también en gran parte del año 2018. Esto se debe a que la estabilidad de las expectativas de inflación impulsa elevadas tasas de interés de política (y con una BCRA que no muestra sus cartas) y sigue atrayendo una mayor oferta de capitales a fin de realizar inversiones en pesos.

 

2. Los créditos atados a UVA siguen motorizando los préstamos en pesos 

 

– El crecimiento del crédito en pesos al sector privado sigue apuntalando su dinámica alcista impulsada por la mayoría de las líneas de créditos donde sobresalen los segmentos ajustados por UVA que acumulan en lo que va del año $34.000 millones (entre todas las líneas). Dicha dinámica se da un contexto caracterizado por la consolidación en el crecimiento de la actividad económica pero con un  BCRA que sigue manteniendo la tasa de referencia de política monetaria en niveles elevados (26,25%), de cara a su objetivo de una inflación mensual de 1% en el último mes del año 2017 y con una casi inalcanzable meta de inflación de 12% para el  2018.

– La imposibilidad para bajar la tasa de política, al menos hasta después de octubre, se debe a la persistencia de la inflación núcleo que se ubica en torno al 1,4%, todavía por encima de la meta planteada por el BCRA. La tendencia de los precios núcleo, sumada a las correcciones tarifarias pendientes en precios regulados podrían elevar las perspectivas de inflación para los meses restantes.

– El efecto de las tasas elevadas que mantiene el BCRA se complementa en menor medida con la paulatina, pero incesante, caída en la liquidez del sistema, resultado esperable cuando los créditos crecen a mayor velocidad que los depósitos. Sin embargo, el nivel de liquidez sigue siendo alto, por lo que la presión en las tasas que proviene del fuerte crecimiento de los créditos es reducida, ya que el actual nivel de liquidez en el pasado correspondía a niveles de tasas más bajos..

– Si bien la reducción de la inflación, la innovación  normativa como la mejora en la competencia entre bancos han sido el puntapié inicial para la reactivación del crédito de largo plazo para el desarrollo de nuevos proyectos productivos. No obstante, aún queda evidenciado que Argentina todavía tiene un largo camino por recorrer en términos de financiamiento, incluso proyectando que superaría el 19% del producto recién en el año 2020.